Recicla cuerdas de escalada para fabricar sandalias artesanales

María José Ferrer, tiene 42 años y  es dueña de Chitara, un emprendimiento que diseña y crea sandalias con cuerdas de escalada recicladas. 

Es un emprendimiento que recicla cuerdas de escalada y las convierte en sandalias artesanales y únicas. Además, hace otro modelo de neumáticos reciclados. “La vida en este planeta depende del compromiso de cada uno con el medio ambiente”, dijo Majo

La emprendedora mendocina, contó que las cuerdas salen caras, son súper resistentes y por seguridad tienen una vida útil relativamente corta para lo duradera que es. Explicó que para escalar se pueden usar durante dos años y aunque la cuerda se vea estéticamente bien, se debe descartar, pero se pueden usar con otros fines.

Comenzó con una donación de sus amigos y luego implementó un trueque para los clientes que quieren comprar sandalias y son escaladores, les hace un descuento a aquellos que le entreguen cuerdas. Además, realiza campañas de captación de cuerdas por internet.

Majo sostuvo que en Argentina muchos escaladores usan las cuerdas hasta que no sirven más, lo que significa un gran riesgo, pero tiene que ver con el poder adquisitivo, en cambio en Europa las usan el tiempo recomendado y las descartan.

Añadió que estuvo en 2016 y 2021 en Italia, Francia y especialmente en España, la meca de la escalada deportiva, donde le fue más fácil conseguir material para fabricar las sandalias, que ya están por varios lugares del mundo.

El comienzo y la evolución de Chitara

“Me hice unas sandalias para mí inicialmente porque me gustaron unas que me regalaron, se me rompieron muy rápido, no eran de muy buena calidad, las traté de conseguir en algún lado y no las encontré. Siempre he hecho muchas cosas con las manos, manualidades, averigüé, compré materiales, las hice y me empezaron a pedir”, dijo.

Majo explicó que empezó con 22 años con un amigo que le dio una cuerda y fue mejorando poco a poco, las usaba para viajar, escalar y el emprendimiento le sirvió para tener independencia de su familia mientras estudiaba. Añadió que Chitara ha ido creciendo año a año y es un proyecto que está latente.

La emprendedora sostuvo que no trabaja de arquitecta porque no podría viajar. “Escalar me cambió la vida, la idea es conocer otros lugares y con Chitara tengo libertad para poder hacerlo. Todos los años me voy un mes, dos meses de viaje de escalada”, agregó.

Las sandalias que hacía antes eran más urbanas, aunque estéticamente similares, pero decidió hacerlas con materiales más resistentes para que les sirvan a las personas que escalan.

“La gente que hace montaña camina mucho para llegar a los lugares de escalada, yo quería hacer una sandalia que pudiera usar esa comunidad, que no se les rompiera en dos minutos y la cuerda que se usa para escalar con arnés y en paredes verticales, es muy resistente porque cuida la vida. Con las recicladas empecé hace cinco año y son una evolución”, dijo Majo.

Majo siente que en esa cuerda que usa para fabricar las sandalias, queda plasmada la energía acumulada y en vez de tirarla, pasa a un objeto que lleva al escalador caminando hasta la montaña y ese círculo de poder y energía no se dispersa.

“Cuando vas a escalar, llegás a la pared caminando, dejás todas tus cosas, te sacás el calzado que tenés puesto y te pones una pédula que es una zapatilla que se usa para escalar en la roca y cuando bajás de esa escalada, te descalzás. Lo bueno de las sandalias es que te las pones rápido, cómodamente y no tenés que volver a ponerte y atarte las zapatillas”, dijo.

Sandalias de cuerda reciclada, únicas y artesanales

Las sandalias son a pedido, artesanales, únicas porque no replica ninguna combinación. “Son muy lindas, tienen diseños y colores muy variados. La forma que la misma, pero nunca alguien se va a cruzar con una sandalia que sea igual a la del otro y es una particularidad que a la gente le gusta, es algo atractivo”, contó Majo.

Cuando empezó, “creía que iba a ser un producto exclusivo de escaladores, pero al ser funcional, cómoda, duradera y estéticamente linda, lo compra la gente común, desde adultos de 80 años, hasta niños pequeños.

Por: Paula Jalil // Foto: Gentileza Nicolás Ríos – Diario Uno

 

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