Cuando el cariño de un grupo de vecinos todo lo puede

Las personas que viven en San Luis seguro recordarán a Sergio, ya sea acostado en alguna plaza, sentado en un banco o caminando por las calles. Era habitual verlo bien abrigado, con su mirada cabizbaja, su postura algo encorvada y una seriedad que imponía respeto y hasta miedo de acercarse a hablar con él.Incluso, solía llevar un palo que le servía de sostén o para revisar la basura.

Estuvo en situación de calle durante 20 años, y muy pocas personas pensaron que podía tener otra calidad de vida. Fue un grupo de vecinos quienes tomaron cartas en el asunto y hace un poco más de 4 años lograron que su mundo cambie para siempre.

Su fortaleza, deseo de superación y la solidaridad de la gente lograron que deje de estar excluido en una sociedad que parecía mirar para otro lado. Cuántas veces habrá imaginado que su vida era diferente, que sonreía, y hasta que tenía una familia. Gracias a estas personas, pudo hacerlo realidad y también tener una identidad.

Comenzaron llevándole comida de manera frecuente, pero debido a frio penetrante que azotaba en aquella época, decidieron ir por más.Su primer refugio fue el parador de la Iglesia San Roque, y con el correr de los días, la abogada Gloria Sosa puso un lugar físico para que pudiera residir allí.

Varías personas siguieron colaborando con él y ayudándolo. Gracias a eso pudo recuperar su identidad, acceder a estudios médicos y hasta reencontrarse con su familia, en Mendoza. Sin embargo, esos más de cuatro años no fueron fáciles ni para él, ni para quienes colaboraron con su rescate. Debieron enfrentarse a un pasado desconocido, a una persona con esquizofrenia a la que le cuesta comunicarse verbalmente y permanentes cambios.

Poco a poco se fue soltando más y hasta llegó a hablar con mayor elocuencia. Actualmente, Sergio tiene 50 años y vive en el “El buen samaritano”, un hogar que surgió hace casi tres años y que lo tuvo como la principal motivación.

Suele mirar la televisión o hacer dibujos, como pasatiempos. Asimismo, asiste al Centro de Día “La Esperanza”, donde comparte con otras personas con discapacidad distintas actividades, que van desde paseos, hasta talleres de cocina, haciendo que su vida tenga otro sentido.

De esa forma conociólas Salinas del Bebedero y Potrero de los Funes, entre otras localidades de San Luis. Y hasta se animó a participar en festejos por el Día del Amigo y fechas patrias.

A pesar de que todos sus días son diferentes, Sergio convive rodeado de personas que lo quieren, que se preocupan por él y que estarán presentes para lo que necesite.

Fuente: El Chorrillero / Elisabeth Vanessa Aballay

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