Cuando no das más y explotás, valió la pena???

Es lunes por la mañana, acaba de llover y el día está gris; te dirigís al trabajo y en la primera esquina cuando estás a punto de doblar se te mete una moto por el costado del auto que no debe, frenas y no se produce un accidente de milagro.

Estás esperando el colectivo, hace frío y no llega más, en un momento se te acerca una persona, te pide un cigarrillo y te termina quitando el teléfono celular y la billetera, y pensas en la cantidad de trámites que vas a tener que hacer para obtener otra vez los documentos.

Tantos años esforzándote en el trabajo para que un día llegue tu jefe y te diga que está recortando al personal y que probablemente seas vos quien se tenga que ir.

Estás con tu pareja y te hace una escena de celos por una confusión, respiras, no decís nada, y luego intentas explicar la situación. Ella, sumergida en su enojo, no te escucha y sigue reprochándote.

Es domingo por la tarde y la noche anterior no pudiste dormir sabiendo que al día siguiente vas a ir a la cancha a ver a tu equipo favorito. Llegas al estadio, cansado, pero con la ilusión intacta de que gane el partido a pesar de que sabes que no juega bien y que hace cuatro fechas que no conoce la victoria. Termina el primer tiempo 0 a 0, y cuando faltan 10 minutos para el final hay un gol del rival y pierden 1 a 0.

Estás poniendo la mesa para cenar y cuando querés ver, se te cayó un cubierto al piso, y es en ese preciso momento cuando se te cruzan por la mente todas de las situaciones que tuviste que vivir a lo largo de la semana y en las que contaste hasta más de cien para no perder el control. Entonces, después de ese hecho absurdo como lo es el dejar caer algo al suelo, y sin pensarlo demasiado, explotas. Elegís bajar del auto y enfrentar al de la moto. Optas por perseguir al ladrón que se va con tus documentos. Le escribís una carta de renuncia a tu jefe diciéndole todo lo que nunca te animaste. Revivís la situación con tu esposa y metes en un bolso lo primero que encontrás para irte. Salís del supermercado con unas ganas tremendas de revolear todos los productos por el aire. Te colgás del paravalancha de la cancha, exhalas profundamente y con tu mejor cara de odio le gritas al árbitro lo que en realidad le querés gritar al mundo porque tuviste una semana de mierda*.

Finalmente, cuando todo ese estrés disminuye y todo a tu alrededor se queda en silencio, te preguntas ¿valió la pena actuar así? Y caes en la realidad de que por más que te pelees con el de la moto, el rayón del auto va a seguir estando. Tomas conciencia de que nada de lo que se haya llevado el delincuente vale más que tu vida. Comprendes dos segundos antes de enviarle la carta a tu jefe que por más que lo agredas no te va a devolver el trabajo. Entendés que los años de relación no pueden descartarse en un bolso. Aceptas que aunque revolees todas las cosas del supermercado los precios van a seguir aumentando. Y ahí, parado al borde de un acantilado casi a punto de saltar, una vez más, te das cuenta que el insultar al árbitro una y otra vez no va a hacer que le ganes este partido a la vida.

Por: Lucas Flores #SanLuisVip

 

 

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