Cuando de incluir se trata

Una mañana cualquiera te preparas para ir a trabajar, acomodas el portafolio en el auto, sentás a los chicos en el asiento de atrás, subís, te colocas el cinturón y cuando abrís el portón ves que hay un vehículo estacionado en frente de tu garaje. Esa situación que te genera tanta impotencia, estrés y ganas de destruir el mundo, es la misma que siente una persona en silla de ruedas cuando intenta cruzar la calle y le obstruyeron la rampa de acceso.

A veces no se trata solo de ponerle una “E” al final de las palabras para sentir que estamos incluyendo, también se necesita ser más empáticos con el otro, ponernos en su lugar y preguntarnos qué necesitaría un ciudadano que no puede ver, que tiene autismo o que simplemente el correr de los años le cayeron encima. Preguntémonos, ¿y si un día estoy en esa silla o tengo un familiar o un amigo que pasa por esa situación? El aprender lengua de señas, el dejar las rampas libres, que haya personal capacitado en lugares públicos, son solo algunas de las acciones que se pueden realizar y que definitivamente le cambiarían la vida a alguien.

Por otro lado, nadie nace con el pensamiento de excluir, sino que nuestra personalidad y manera de relacionarnos con la gente se va formando de acuerdo a la educación que recibimos por parte de nuestra familia, también influye el entorno de amigos y los demás grupos sociales a los que pertenecemos. Incluso, en ocasiones, ni siquiera es necesario ser parte de un montón para estar condicionados, sino que seguimos el accionar de otro casi por inercia. Por ejemplo: vas caminando por la calle y ves a alguien pidiendo dinero. Pasa una persona, pasa otra, pasan cincuenta y nadie la ayuda. Lo más probable es que nadie lo haga, justamente porque el hacerlo implica romper con los patrones de conducta que los ciudadanos están teniendo en ese momento.

¿Pero qué pasaría si de esas cincuenta personas, la mitad o un porcentaje alto se detiene y ayuda a ese indigente? Lo más seguro es que cada vez sea mayor la gente que copie ese comportamiento y decida ayudarlo.  Lo mismo pasa en otras cuestiones, nos dejamos llevar por lo que otros hacen en lugar de tomar nuestras propias decisiones y efectuar nuestras propias acciones.

Hay valores que no se deben perder nunca, ni siquiera cuando el mundo parece darle la espalda a alguien porque considera que es “diferente”, como si todos fuéramos perfectos o dueños de una verdad absoluta. Y no se trata de poner la excusa de que no estamos preparados para ayudar, se trata de acostumbrarnos a hacerlo, de tener ganas, empatía, de pensar en el otro, de buscar capacitarse si es necesario, así como tener la convicción de que un gesto, por más pequeño que parezca, le puede cambiar y facilitar la vida a ese individuo. Ni hablar de que con esa acción le vamos a demostrar que en verdad tiene las mismas posibilidades y oportunidades que nosotros o que cualquier otro ser humano de realizarse como persona y de que nada ni nadie se lo va a impedir, porque eso es incluir

 

Carrito