Cuanto pensamos en el otro?

¿Cuántas veces pasamos al lado de alguien que está en situación de calle y ni lo miramos? ¿Cuántas veces vemos que una persona está pidiendo dinero y cruzamos de vereda para evitarla? ¿Dónde guardamos la empatía? ¿tenemos?

No voy a poner las manos en el fuego por todas las personas que piden en la vía pública, porque es cierto que están los que mienten, los que engañan y quienes muestran una necesidad que no es tal, pero no por unos pocos vamos a hacer que paguen todos.

Es común escuchar expresiones del tipo “no le des plata, se va a comprar alcohol”, “la va a usar para comprar droga”. ¿Tanto podemos juzgar a alguien sin ni siquiera haber intercambiado, al menos, dos o tres palabras con ellos? ¿en serio?

Muchas veces sucede que el apuro diario, las ganas de llegar lo más rápido posible a nuestro destino, hacen que evitemos detenernos y mirar un poco a nuestro alrededor. Ni hablar de ayudar al otro. Aunque siempre están las excepciones.

Según los últimos datos del Indec, la tasa de indigencia aumentó de manera constante en los últimos años, de 4,9% en la primera mitad de 2018 a 10,7% para el 2021, con un aproximado de 2,7 millones de personas que pasaron de la pobreza no indigente a la pobreza indigente.

No digo que tengamos la obligación de dar nuestro sueldo a toda persona que veamos pidiendo, pero en alguna ocasión, pensemos    en el otro, seamos empáticos. Estamos en una época donde las bajas temperaturas golpean y fuerte, y no todas las personas cuentan con un hogar, una estufa o un calefactor. Muchos ni siquiera pueden alimentarse como debería ser. Todavía queda gente que busca algún rincón de la ciudad para acurrucarse y pasar la noche, la lluvia, el frío y el calor. Quizás nuestro mundo no cambie demasiado por dar unos pesos, pero puede generar un gran cambio en el del otro.

Años atrás caminado por la ciudad de Córdoba con una amiga, vemos a una mujer pidiendo afuera de una iglesia; entré al lugar sin darle importancia, casi como si esa persona no existiera y nunca hubiera escuchado su voz, porque eso hacemos, ni siquiera tenemos la valentía de decirle que “no”, directamente los ignoramos.

Mi amiga se quedó con ella y no solo que la ayudó, sino que después se acerca y me cuenta que se llama de tal manera, que tiene tantos hijos, que van a tal escuela y que perdió el trabajo por tal motivo; ahí fue cuando comprendí que no son pobres, tampoco indigentes, y mucho menos invisibles. Son personas. Las mismas que merecen la atención y el respeto como cualquier otra. Esa mujer, aquel día, no estaba en ese lugarde Córdoba porque le apasionaba, lo hacía porque no tenía otra fuente de ingresos y no quería volver a su casa con las manos vacías. Esa persona tiene familia, tiene hijos, tiene una historia, son seres humanos, como vos que estás leyendo esto o como yo, y si vamos a juzgarlos o vamos a ignorarlos, que sea después de hablar al menos unos minutos con ellos.

Por: Lucas Flores #SanLuisVip 

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