De repente todo lo que creíamos que estaba bien… nos hizo dudar. De un día para el otro la humanidad tuvo que comprender que todos somos tan iguales que ni el dinero ni el poder nos pueden asegurar la vida, aunque algunos aun estén seguros de todo lo contrario y se sientan de una estirpe inexistente.
Personalidades del mundo del deporte, del espectáculo, de la política, líderes mundiales, Presidentes, Reyes, Príncipes, personas como vos y yo podemos morir por Covid-19, en la más terrible soledad.
En 1898 el director de cine Orson Welles con “La Guerra de los Mundos” un episodio de radio de la serie dramática «The Mercury Theatre on the Air», aterrorizó a Nueva York, el domingo del 30 de octubre de 1938, demostrando el poder de los medios de comunicación, causando pánico en su audiencia y creando el mito que millones de estadounidenses se asustaron con la invasión de extraterrestres.
Un siglo después, en 2020, millones de niños mueren de hambre, millones de mujeres mueren injustamente a manos de femicidas. Millones de personas son asesinadas por sus creencias y otras tantas por su elección sexual, y los medios siguen cumpliendo un rol fundamental, que es mostrar la realidad, pero ¿cuál?
En 1522 Roma fue azotada por la peste, hoy es uno de los países con más personas afectadas por el Coronavirus. En Mozambique descubren que son preocupantes las condiciones sanitarias. Líderes religiosos de Tierra Santa declaran que estos son tiempos peores que la guerra. En México mientras el Presidente Andrés Manuel López Obrador, desafía las leyes de la pandemia, saliendo a la calle a dar abrazos y besos, ignorando las recomendaciones de expertos, el Arzobispo bendice con el Santísimo desde un helicóptero y la gente tiene miedo.
Así como en 1615 Isabel Flores de Oliva, encabezó una plegaria junto a muchos fieles de la Iglesia ante el posible desembarco de piratas holandeses encomendando Lima a Santa Rosa, hoy los obispos consagran Panamá a la Virgen María en la lucha contra el coronavirus.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro dijo que el brasileño “no se contagia” de coronavirus porque “bucea en alcantarillas y no le pasa nada”. Vladimir Putin aseguró superar la pandemia del coronavirus en Rusia en menos de tres meses, “con medidas duras en el país”.
En Estados Unidos el presidente Donald Trump quiere suspender todas las medidas para la Pascua por el impacto económico. «La cura no puede ser peor que la enfermedad”. El presidente Chino Xi Jinping, afirmó que “fue un éxito la gestión contra el coronavirus en Wuhan (donde se originó) anunciando al mundo que ya tiene la vacuna”.
En Alemania Ángela Merkel, afectada por el Covid-19 indicó que “Es el desafío más grande desde la Segunda Guerra Mundial».En América Central, las revolucionarias medidas sociales y económicas del presidente de El Salvador Nayib Bukele han sido aplaudidas por ciudadanos de todas partes del mundo.
En Argentina, Alberto Fernández, dijo con clara firmeza que, “La cuarentena es un problema porque paraliza la economía, pero también, seamos francos, deberíamos antes que nada preservar la salud de la gente. Cada vez que veo que se infectó alguien más sufro. Y no quieran saber lo que me duele cada muerte».
En Roma, la Conferencia Episcopal propuso que los fieles coloquen un pañuelo blanco en las puertas, ventanas o balcones de sus casas y oren a San José por el coronavirus, y eso me recordó a Éxodo (12:6-7) que describe cómo cada familia judía pintó con la sangre de un cordero el marco de sus puertas como señal que allí vivían judíos (Pesaj). Esa noche Dios mató a los primogénitos egipcios, salteando los hogares cuyos marcos estaban pintados con sangre. Hoy en una tarde lluviosa y acompañada por el repicar de las campanas y la sirena de las ambulancias, por primera vez en la historia milenaria de la Iglesia católica, el papa Francisco rezó ante la inmensa plaza vacía de San Pedro instando al mundo a “remar juntos” contra la pandemia.
Todo parece sacado de una película de ficción repetida en distintas partes del tiempo, es la realidad que nos toca afrontar. Podemos hacer un final feliz que será un comienzo, colmando nuestros días por venir, de primeras veces, abrazándonos, sonriendo, sin grietas, ni mensajes de odio y fanatismo que a nadie le hacen bien. Poniendo en práctica la empatía y solidaridad que nace en el corazón del que ama y sueña con un mundo mejor, ese que podemos construir entre todos.
Nota de opinión. Por Fernando Romero // Periodista – San Luis
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